Este tiempo que nos está dejando morir


... Bruto y César: ¿qué tendría que haber en ese "César"? ¿Porqué ese nombre ha de resonar más que el tuyo? Escríbelos juntos: tu nombre, es igual de bueno: hazlos sonar, le sientan igual a la boca: pésalos, y pesan igual: conjura con ellos, y Bruto atraerá un espíritu tan pronto como César. Ahora, en nombre de todos los dioses juntos, ¿de qué alimento se ha nutrido este César nuestro que se ha vuelto tan grande? Oh época nuestra. estás avergonzada."
       Me he sentado a escribirte porque se me ha encendido la noche y no podía dormir. A veces, se me sobresalta algo en el pecho a altas horas que me saca del sueño y ya no me deja ir a cama. No es que no esté cansado, es más como si el cuerpo se me entusiasmara, sin motivo alguno, y me pide leer o escribir algo. No sabría decirte qué es lo que me ha llevado a buscar en mi biblioteca el Julio César de Shakespeare, de hecho estaba seguro de que no tenía ningún ejemplar de él. Al final lo he encontrado en
un rincón poco mirado. Lo más probable es que lo comprara de adolescente, porque comparte encuadernado junto al Romeo y Julieta, y yo era de esos chavales un poco añoñados de adolescente. Y aún así no me gustó nada cuando la leí, y la verdad, no tengo ninguna gana de retomarlo. Me pasa un poco como con la ópera, sólo que en este caso he tardado veintipico años en darme cuenta de que no me gusta nada, más aún, me da hasta grima, por no hablar de quienes se jactan de escucharla; y no me refiero a esa clase de escuchantes un poco zafios que disfrutan horrores las oberturas y los interludios y algún que otro momento encumbrado por los recopilatorios musicales o las películas, sino a quienes afirman ser receptores privilegiados de un placer especial, especialísimo, casi secreto, y sin embargo, y muy sospechosamente, resultan ser habituales de todo el paquete de los placeres selectos, del vino, de la comida cara, el jazz (o algo parecido) y la buena literatura. Por eso creo yo que son sospechosos los amantes de todo lo bueno, porque uno nunca puede saber si son verdaderamente ellos quienes han elegido qué es lo bueno o más bien fuera otra cosa quien decidiera por ellos. Y por la misma, tampoco parece que pueda uno estar seguro de quien dice qué es lo bueno; uno empieza a tirar del hilo y al final se encuentra que al otro lado del aparato habla Dios, o un puñado de enunciados positivos, lo mismo da. Enunciados del tipo "esto es así" o "asá".

He leído un rato el Julio César como te decía, hasta que he decidido escribirte esta carta, y lo cierto es que me a entusiasmado, ¿tú lo has leído?, si no, te lo recomiendo. Como también te decía, no sé qué me ha llevado a ello y, sin embargo, ha sido ponerme a escribirte esto y se me ha encendido la bombilla. Es la muerte de Julio César, o más bien su asesinato, sin duda, lo que me ha llevado a ese rincón de la estantería ( ¡cuánto tienen que esperar algunos libros para poder ser leídos con la disposición adecuada!, ¿no te parece?).

Llevo unas semanas algo revuelto, como ya te comenté en aquél paseo, a cuenta de las dificultades que se me presentan para poder vivir como quiero, y eso me ha despertado muchas dudas, dudas recónditas, dudas que no había sentido hasta ahora. Por ejemplo, ¿tengo derecho a no resignarme a un trabajo que no quiero? Lo pregunto de verdad, no pregunto por un derecho que pueda escribirse en un papel cualquiera, me lo pregunto más bien a mí, a mi cuerpo, pregunto si yo tiene el derecho... si a mi cuerpo puedo reconocerle ese derecho. Un sólo argumento me ayuda a responderme afirmativamente, uno solo frente a muchos otros que me dicen lo contrario, sólo que ese único es muy gordo y me convence mucho. ¿Te has dado cuenta de los muchos esfuerzos que se nos dedican, y desde tantos frentes, a hacernos creer que nuestros cuerpos no tienen un derecho tal? Ese es pues el argumento: tantos esfuerzos me hacen desconfiar.

Así es entonces que, ahora lo veo, mi cuerpo se ha topado también con la dura necesidad de hallar solución, de dar decisión, esa es la realidad, a este problema. ¿En qué momento se le presentó a Bruto la duda, la posibilidad, la tan sólo aún hipotética solución del asesinato del César? Ese es el pasaje que -y como te digo, ahora lo veo-, he ido a buscar a este libro. Aún no he encontrado el pasaje, por supuesto, tan sólo llevo media hora leyendo y no avanzo tan rápido. Pero el descubrimiento está ahí: hay un momento en que el asesinato no estaba aún urdido, sino que no tenía más que la categoría de una posible solución a un problema. Entonces, el problema de Bruto digo, y por más difícil que resulte de hacerlo ver, es el mismo que el mio.

A mí por lo pronto se me han ocurrido dos posibles soluciones, dos posibilidades de parricidio personales; la primera, instigar y promover la organización por el enfrentamiento directo, de considerable intensidad, contra la autoridad responsable; la segunda, probar a irme a por ejemplo Cabo de Gata, un lugar soleado y con buenas playas, en busca de un alquiler que no sobrepase los doscientos euros, y luego, Dios dirá.

No sé, te tengo en alta estima y me pareces especialmente sensato, además estoy seguro de que el problema no te es ajeno, así que, antes de conocer los motivos que decidirán a Bruto te lo pregunto, ¿qué opinas?

Un fuerte abrazo y ánimo con lo tuyo

A. Parvis

POST DATA:
Casio - [...] Los hombres son dueños de sus destinos en cierto momento. La culpa, querido Bruto, no está en nuestras estrellas, sino en nosotros, que no somos más que esclavos. Bruto y César: ¿qué tendría que haber en ese "César"? ¿Porqué ese nombre ha de resonar más que el tuyo? Escríbelos juntos: tu nombre, es igual de bueno: hazlos sonar, le sientan igual a la boca: pésalos, y pesan igual: conjura con ellos, y Bruto atraerá un espíritu tan pronto como César. Ahora, en nombre de todos los dioses juntos, ¿de qué alimento se ha nutrido este César nuestro que se ha vuelto tan grande? Oh época nuestra. estás avergonzada. Roma, has perdido la crianza de las sangres nobles. ¿Cuándo ha pasado una época, desde el gran Diluvio, que no tuviera fama más que por un hombre? ¿Cuándo (hasta ahora) han podido decir los que hablaban de Roma, que sus anchas murallas contenían a un solo hombre? Ahora sí que Roma está roma [room], si no contiene más que un hombre. Ah, tú y yo hemos oído decir a nuestros padres que antaño hubo un Bruto que habría soportado que el eterno Diablo tuviera su corte en Roma, antes que un Rey.

Bruto - No tengo recelos porque me quieras bien: a qué me incitas, tengo alguna sospecha: después contaré cómo he pensado en eso y en estos tiempos. Por ahora, no querría dejarme apremiar más, si es que puedo rogártelo con afecto: consideraré lo que has dicho: oiré con paciencia lo que tengas que decir, y encontraré ocasión tan adecuada para escuchar como para responder a cosas tan graves. Hasta entonces, mi noble amigo, rumia esto: Bruto preferiría ser un aldeano antes que considerarse hijo de Roma bajo condiciones tan duras como las que parece que este tiempo nos va a imponer.

Julio César, Shakespeare

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