¡Maldita sea la Realidad!

       He sentido con especial pesadez estos días, en esta casa de verano a la que vengo desde niño, que el Futuro cumple una función esencial para el Orden, y que no es otra sino la de acabar con las posibilidades sin fin; pero que esto ha de tomarse en serio y no subestimarlo, porque nuestra vida está «realmente» (por más que no verdaderamente) coartada en sus posibilidades. 

Vengo pensando en ello estos días al ver a estos muchachos jugando en el rellano, viéndome a mí mismo hace años, y preguntándome qué tienen ellos que no tenga yo, y porqué mi vida me parece más triste que la suya en muchos aspectos, que más bien se diría alegre y despreocupada. Y, quitado el asunto ese de la  Escuela, por el que por cierto les compadezco con amargura (y es que, nunca insistiré lo suficiente en la alegría de haberme librado de tal engendro) de lo que me he dado cuenta es de que no es tanto lo que tienen, sino lo que no: no tienen Futuro. Viven una vida de posibilidades sin fin, y nadie podrá convencerlos de lo contrario; que, por más que se lo repitan, ningún niño se cree eso de que se vaya a morir, ni de que llegará algún día el Futuro ese para el que, dicen, han de prepararse tan esforzadamente: sencillamente les es inconcebible. Yo en cambio, más en la Realidad y menos en la verdad (pues he sufrido durante unos cuantos años más que esos críos la Educación y la Cultura), sentiré que no es verdad que mis posibilidades sean finitas (ni mías), pero... ¡ay amigo!: quien se librara de la sensación de que ya he apostado mucho en este juego, de que hay envites sin vuelta atrás, de que he decidido demasiado o mucho al menos, y de que, sabiendo que moriré algún día (o mas bien: creyendo saber qué era eso de morirse), y que hay cosas que tienen su plazo, sus límites, hay también mucho que ya he perdido irremediablemente, mucho que ya no podrá ser. ¡Maldigo! 

Y esa tristeza, esa pesadez que temo habrán de sufrir también esos niños algún día, cuando se topen de pronto con la idea de su propia vida, esa solo se puede tener cuando se tiene Futuro. Cuando se tiene Fin. Sin él, sospecho que la vida aún se vive sin saberse nada de que se vive (que sólo así se vive), y entonces también sin ideas de lo que se puede y de lo que no se puede hacer en vida. ¡Al diablo con ellas! Y sin embargo, ¡ay!, la Realidad se impone con dureza, y esas ideas, esos límites y ese Futuro no son meras entelequias que me fabrique yo en mi cogote, esas son mas bien la Ley que hiere a fuego en la gente, desde algún lugar tan alto, tan poderoso... 

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